No he conservado muchos recuerdos de la Promoción, yo era más bien una chica de perfil bajo, más bajo que mi estatura por cierto, de manera que no recuerdo haber participado de muchas actividades que organizara el colegio; de vez en cuando participé en alguna danza, más por obligación que porque quisiera y, por lo general, me disfrazaban de varón, lo cual no me hacía mucha gracia. A la hora de los deportes mis evaluaciones eran teóricas y no prácticas, especialmente en los meses en que se hacía vóley y básquet (ahora no sé ni teoría ni práctica), yo le tenía terror a las pelotas. Y en temporada de desfiles, no me gustaba ser cierra filas así que generalmente tenía problemas de tobillos torcidos. Los profesores se hacían de la vista gorda (¡qué piadosos!), pero así y todo llegué a formar parte de una escolta, dizque por méritos – era la escolta interna del colegio. También llegué a ser brigadier, precisamente en ese momento en que a Lucy Araoz le quitaron el cordón y las demás brigadieres entregamos nuestros cordones en solidaridad con ella, y luego nos pusieron por brigadieres a las de 4to. y nos revelamos, tuvieron que ponernos una brigadier de nuestro salón… creo que precisamente fue Tania.
En el grupo de “institutrices malvadas” a las que Tania hizo referencia estaba yo, y así como Tania cuenta su perspectiva, comento que en nuestra infantil cabecita nosotras nos creíamos sus salvadoras y también pasamos una pésima noche porque estábamos en un mar de lágrimas. Ahora mirando hacia atrás pienso que fue una noche de desperdicio de energías y de tiempo. Pido públicas disculpas por eso.
La sensación que tuve por muchos años después de salir del colegio es que esas monjitas nos trataron bastante mal, siempre se la pasaban viendo malicia en nuestro comportamiento, como Tania recuerda que pasó durante el retiro. Recuerdo que después de la hazaña de algunas al ganar la soñada Ñusta de Oro (lo digo por quienes bailaron), se acercaba el desfile por fiestas patrias, y justamente unos días antes, una monjita, no recuerdo bien cuál (esa es la ventaja de tener mala memoria), entró al salón para leernos la invitación que nos hacía la municipalidad de Quillabamba a toda la promoción, con los gastos pagados para que las danzantes se presentaran; y luego, muy suelta de huesos, nos dijo que no iríamos porque debíamos desfilar… digo yo… ¿y para qué rayos nos leyó la invitación? ¿solo para sacarnos cachita?...
Me gustaría saber que Ingrid y Ninoska, nuestras amigas religiosas, pueden hacer la diferencia.
(Por Carlota Cruz)
En el grupo de “institutrices malvadas” a las que Tania hizo referencia estaba yo, y así como Tania cuenta su perspectiva, comento que en nuestra infantil cabecita nosotras nos creíamos sus salvadoras y también pasamos una pésima noche porque estábamos en un mar de lágrimas. Ahora mirando hacia atrás pienso que fue una noche de desperdicio de energías y de tiempo. Pido públicas disculpas por eso.
La sensación que tuve por muchos años después de salir del colegio es que esas monjitas nos trataron bastante mal, siempre se la pasaban viendo malicia en nuestro comportamiento, como Tania recuerda que pasó durante el retiro. Recuerdo que después de la hazaña de algunas al ganar la soñada Ñusta de Oro (lo digo por quienes bailaron), se acercaba el desfile por fiestas patrias, y justamente unos días antes, una monjita, no recuerdo bien cuál (esa es la ventaja de tener mala memoria), entró al salón para leernos la invitación que nos hacía la municipalidad de Quillabamba a toda la promoción, con los gastos pagados para que las danzantes se presentaran; y luego, muy suelta de huesos, nos dijo que no iríamos porque debíamos desfilar… digo yo… ¿y para qué rayos nos leyó la invitación? ¿solo para sacarnos cachita?...
Me gustaría saber que Ingrid y Ninoska, nuestras amigas religiosas, pueden hacer la diferencia.
(Por Carlota Cruz)
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